Lutero y Bach: Cuando la Fe marcó el Arte Popular
Martin Lutero y Johann Sebastian Bach fueron dos hombres que
apreciaron el arte y lo practicaron plenamente. Lutero no fue un reformador que
vivía exclusivamente centrado en la teología, sino que también se interesó por
la amplia vivencia y manifestación del creyente, influyendo en el terreno de
las artes. Bach tenía un gran talento; no obstante, no se afanó escuetamente en
realizar grandes obras para los próceres de su época, sino que comprometió su
creatividad con la propia convicción y creencia, manifestando un arte genuino.
Es inspirador observar el interés de Lutero en el arte y el excelente trabajo
que Bach realizó. Realmente, hay profundidad en la forma como desarrollaron su
cometido. Apostaron por un arte renovador ejercido por los creyentes, ya fuera
en el círculo de la Iglesia o fuera de ella. De esta manera, junto a otros
condicionantes históricos, podemos notar cómo el arte es manifiesto en la vida
diaria de los cristianos en aquellos siglos.[1]
Martin Lutero (1483-1546), el reformador alemán de la
Iglesia del siglo XVI, dejó una rica herencia a la cristiandad a través de su
testimonio, ministerio y obras escritas en el campo de la teología. Se destacan
logros como el redescubrimiento de la fe evangélica y las Sagradas Escrituras, así como la afirmación de la libertad de
conciencia. Más aún, en el campo de la himnología y la liturgia, Lutero nos
legó el uso de la música en toda su amplitud en la liturgia y el canto de
himnos, en el culto público o congregacional. En las iglesias damos por sentada
nuestra tradición del canto congregacional. Olvidamos que durante largos siglos
únicamente los sacerdotes y monjes eran quienes cantaban. “Pero debido a
Lutero, el canto hizo erupción en el pueblo y muchos compositores fueron
inspirados". Lutero alguna vez había dicho que la música le seguía en
importancia a la teología y que era probable que le gustara más la música que
la teología. Martín Lutero era un músico muy completo. Creía firmemente que los
cristianos deberían alabar a Dios tanto con las palabras como con la música.[2]
Anexamos a continuación la partitura de su himno Castillo Fuerte (usado por
primera vez quizás en 1529), así como una interpretación del mismo.
Johann Sebastian Bach (1685 –1750) fue organista y uno de
los máximos exponentes del barroco musical abarcando su extensa obra tanto la
música sacra como la profana. Fue miembro de una de las familias de músicos más
extraordinarias de la historia (alrededor de 120 músicos). Su fecunda obra es
considerada como la cumbre de la música barroca y una de las cimas de la música
universal, no sólo por su profundidad intelectual, su perfección técnica y su
belleza artística, sino también por la síntesis de los diversos estilos
internacionales de su época y del pasado y su incomparable extensión. Bach es
una gran fuente de inspiración para muchos compositores, desde Mozart pasando
por Schoenberg hasta nuestros días. Su
trascendental obra es una de las cimas de la música occidental. Entre ellas
mencionamos los Conciertos de Brandenburgo, el Clave bien temperado, la Misa en
si menor, la Pasión según san Mateo, El arte de la fuga, La ofrenda musical,
las Variaciones Goldberg. [3]
Una traducción para la letra del décimo movimiento adaptada
a su cantata Herz und Mund und Tat und
Leben (1716 y 1723) sería:
Jesús, alegría de desear del hombre
Santa sabiduría, el amor más brillante
Dibujado por ti, nuestras almas aspirantes
Se elevan a la luz increada
Palabra de Dios, nuestra carne que moda
Con el fuego de la vida apasionada
La lucha aún desconocida la verdad
En alza, muriendo alrededor de tu trono.
Santa sabiduría, el amor más brillante
Dibujado por ti, nuestras almas aspirantes
Se elevan a la luz increada
Palabra de Dios, nuestra carne que moda
Con el fuego de la vida apasionada
La lucha aún desconocida la verdad
En alza, muriendo alrededor de tu trono.
Esta obra se interpreta frecuentemente en bodas y
celebraciones cristianas como Navidad y Domingo de Resurrección.
Adjuntamos interpretación:
Una síntesis de esta lectura sería, en primer lugar, el valor que ha tenido la fe evangélica en el arte occidental. En segundo, la necesaria permanencia del mensaje del Evangelio en la totalidad de las expresiones artísticas de hoy, especialmente en la música.
[1]
Josep Laporta (1991). El Dilema del Arte. Págs. 75-76.
[2] La
Cruz de Cristo (2013). http://www.lacruzdecristo.com.ar/luteroylamusica.html
[3] Last.fm (2013). http://www.lastfm.es/music/Johann+Sebastian+Bach